En nuestro país la identidad salvadoreña se ve desgastada por la adopción de otras culturas, especialmente por la norteamericana, cuando poseemos una riqueza cultural propia: la de nuestros antepasados indígenas, los lencas y pipiles.
Si nos observamos a nosotros mismos con cuidado, caeremos en la cuenta de que poseemos rasgos indígenas, que por nuestras venas corre su código genético y que, por ende, pertenecer a una civilización tan sabia debe de llenarnos de orgullo.
La cotidianidad está llena de conocimientos, costumbres y tradiciones ancestrales que, a veces de manera conciente e inconciente, realizamos y no las asociamos a nuestra verdadera identidad, indígena.
La manera como nos comunicamos día a día guarda la forma de hablar de nuestra estirpe. Por ejemplo, el utilizar diminutivos para nombrar las cosas proviene de los indígenas, de acuerdo al arqueólogo, Ismael Crespín.
El baño diario es un hábito heredado de nuestros antepasados. Cronistas españoles como Bernal Díaz del Castillo, quien se extrañara de la exigencia que le hiciera el Emperador Moctezuma a Hernán Cortés de que le permitiera bañarse todos los días, revelan el origen de nuestra higiene.
Otras costumbres indígenas que aún practicamos son: las deliciosas atoladas, dar los buenos días (el bendito), el regateo de precios, vivir con los abuelos, consumir platillos y bebidas autóctonos; al igual que mantener creencias populares como creer que si a una persona le barren los pies no se casará.
La costumbre de vivir con nuestros abuelos, que ellos nos críen y eduquen es una tradición indígena. El arte de educar es uno de los más grandes valores de nuestra cultura ancestral. La educación era para nuestros abuelos la energía generadora de vida, era su verdad más preciada y una de sus mayores responsabilidades.
Para los indígenas el Creador manifiesta su sabiduría en todo lo que nos rodea, todo nos habla y enseña. Por esa razón, los abuelos /las recomiendan observar cómo se comportan los animales, porque al hacerlo podremos aprender a descifrar el comportamiento de la naturaleza y así descubrir cómo vivir en armonía con la misma.
Por ejemplo, la chiltota sabe cuando habrá un invierno copioso con fuertes vientos, o cuando será tranquilo, además, reconocen a qué altura edificar sus nidos para que los vientos no lo boten. Las hormigas anuncian la llegada del invierno cuando inician la recolección de su comida. Las abejas son un verdadero ejemplo de organización social y comunitaria, de acuerdo a María Meléndez, abuela lenca.
“Las cabañuelas” son una manifestación de la naturaleza que permite pronosticar el clima, nuestros ancestros manejaban el lenguaje de las nubes y podían leer en ellas cuando iniciaban los días lluviosos o secos, los días más propicios para la siembra. A continuación observarás una reseña de diferentes actividades que muestran la riqueza cultural indigena.